jueves, 26 de julio de 2012

La Banca

Sé que no puedes ser tu, puesto que vi como la tierra caía sobre tu ataúd 3 meses atrás, sin embargo estas a poco mas de 15 metros enfrente de mí en estos momentos, sonriendo como usualmente lo hacías diario, en esa banca verde donde pasábamos horas escuchando música, platicando o simplemente viendo a las personas pasar.

Me acerco a ti un poco desconcertado, pero no puedo negar que estoy feliz de verte una vez más, no sé si es por lo nublado del día (que para mi desde que estas muerta siempre está nublado)  pero te noto un poco mas pálida de lo normal, aunque siempre me gusto ese tono de piel, resaltaba tu cabello y ojos negros, me siento a tu lado y empiezas a hablarme.

“Te ves ojeroso, ¿no has dormido?”
“No mucho, me cuesta trabajo dormir últimamente.”
“¿Haces muchas cosas en el día?”
“En realidad no, voy haciendo el vago la mayor parte del tiempo, no he ido a la escuela desde ese día…”

Ese día… ¿Cómo olvidarlo? 

Quede de verme contigo en el centro para buscar tu mentada funda para el celular, no entiendo para que, si siempre era lo mismo, se ensuciaba o lo descocía, era como el cuarto que comprabas, y quedamos de encontrarnos precisamente ahí, en la banca donde estábamos platicando ahora.

“Creo que eso ya no debería importarte mucho… ya pasó.”

Recuerdo que tardaste en llegar, se que la puntualidad nunca fue tu fuerte, sin embargo aun para ti, ya era mucho tiempo el que había pasado. Fue cuando empecé a impacientarme o a sentir que algo no estaba bien.

“¿Estás molesta conmigo?”
“Claro que no, después de todo yo fui quien te pidió que hicieras algo.”

No sé por qué espere tanto, solo recuerdo que llegaste cuando estaba oscureciendo, con los ojos demasiado rojos, no sé cuantas horas lloraste, pero estaba claro que estabas sufriendo. En cuanto te vi en ese estado, mi enojo y desesperación de que te tardaras y que no contestaras mis llamadas de repente cambiaron por esa sensación de incertidumbre de no saber qué demonios pasaba y solo quería saber que o quien te había puesto en ese estado.

“Creo que él tuvo algo que ver en todo esto.”
“Siempre me hablaste de él, pero nunca me lo presentaste.”
“El no quería conocerte, solamente te vio una vez.”
“¿En serio? ¿Cuándo?”
“Ese día. Creo que fue él quien lo hizo.”

Me llene de rabia cuando empezaste a contarme lo que había pasado, y la verdad no entendía que estaba mal con tu padre, ni con el wey que tenias por novio, ¿Qué chingados hacia o por qué no te defendía? Cualquier cosa que hubiera hecho sería mejor que solamente quedarse callado y hacer como si no pasara nada.

“Pues para nunca haber hablado con él, creo que entendió por lo que estaba pasando y lo que te había pedido, ¿Seguro que fue él?”
“¡Claro que fue él!”
“Entonces, ¿Tú no lo hubieras hecho?”
“No dije eso.”

Me dijiste que estabas harta, que te sentías la peor basura del mundo, tan impura, tan infeliz, querías escapar, querías libertarte de esa sensación, del recordar su aliento en tu oreja y la manera tan salvaje de golpearte para que accedieras a cumplir sus pendejadas. Fue cuando me percate que tenias esas marcas en tus muñecas, aun frescas, y que no fue difícil inferir que te habías hecho tu misma con ese cuchillo que traías en tu mano izquierda… y fue también cuando terminaste de hacer esa pregunta que tengo esta maldita laguna mental de lo que paso después… no recuerdo nada después del “¿Me ayudas a terminarlo? ¡Lo intente pero no puedo! ¡Ayúdame por favor!” 

“Creo que es obvio pero nunca te di las gracias por hacerlo.”
“Agradécele a él, yo no puedo perdonarme aun por lo que paso.”
“¿Entonces no estás feliz por mí? ¡Mírame! ¡Estoy feliz y tranquila por fin!”

Cuando volví en mi, solo recuerdo verte recostada en esa banca, tranquila y silenciosa, una mano en tu abdomen y la otra casi rozando el suelo, si no fuera por esos ojos vacios y perdidos, juraría que así dormías todas las noches. Fue entonces cuando me percate de ese corte brusco bajo tu garganta, del cual chorreaba aun la sangre fresca, y la cual estaba goteando al suelo desde la banca. Me petrifique al ver que yo tenía ahora el cuchillo, el cual estaba empapado en el mismo color rojo que salía de ti. Pero yo no lo hice, no recuerdo haberte ayudado, y no sé si me impacto mas verte en ese estado o saber que no había sido yo quien te ayudo a escapar de ese sufrimiento si no él, quien no te había visto antes en la vida, y quien a lo mejor estaba esperando el mejor momento para ayudarte, o tal vez no confió en mí para hacerlo y opto por actuar él solo.

“De cualquier forma, gracias, ahora estoy bien y nadie más me hará daño, al menos no aquí.”
“¿Ya te vas?”
“Si, por ahora me iré, pero no estaré lejos, después de todo, mientras no aceptes que me ayudaste y te perdones, seguramente nos seguiremos viendo en este lugar.”

Acabando de decir eso, una luz blanca empieza a inundar el lugar y ya no me encuentro en la banca, no estoy al aire libre y no hay gente a mi alrededor… estoy solo, en este rincón, el cual puede que se sienta frio porque estoy descalzo… y no puedo taparme los pies porque no tengo libres las manos.

“Entonces te estaré esperando aquí de nuevo.”


Actividad de rehabilitación del paciente 358 – Ensayo de tema libre sin farmacos, bajo la supervisión del enfermero Octavio Díaz y el Dr. Carlos Tamudio - Día 87 de hospitalización.


No hay comentarios:

Publicar un comentario